Hace mucho tiempo, en esta misma galaxia, en el año de 1977 para ser más precisos, ya habíamos dejado la ciudad de León Guanajuato y vivíamos en la gloriosa ciudad de México y fue precisamente en ese año que mi santa Madre me llevó al cine a ver una película que cambiaría mi vida, afirmando mis tendencias “frikis” definitivamente, el filme fue, obviamente, “La Guerra de las Galaxias. Recuerdo que fuimos al cine “la Raza” que estaba algo retirado de casa, era un cine grande, esos que ya no existen ante el advenimiento de los complejos de salas múltiples y el ver la secuencia inicial en una sala enorme, con una pantalla más grande que la vida misma, en donde dos naves espaciales luchaban, la aparición del villanísimo (después venido a menos, ni hablar) Darth Vader, el escape de los robots “Arturito” y “Citripio” (R2-D2 y C3-PO, que era como los habíamos castellanizado en aquel entonces) por el desierto, la aparición de Luke Skywalker, Ben Kenobi, Han Solo y Chewbacca en sus increíbles aventuras a bordo del Halcón Milenario y muchas escenas que todos conocemos bien fueron una experiencia de esas de “una vez en la vida”, de hecho, esta fue por muchos años mi película favorita, y es que la verdad, en ese año, no existía nada mejor para un niño de siete años.
Está de más decir que Star Wars fue un fenómeno, no solo de taquilla, sino cultural, provocó que muchos niños nos interesáramos por la Ciencia Ficción, los géneros fantásticos y hasta la ciencia misma (la astronomía, de manera más específica, irónicamente, porque aunque Star Wars es Sci-Fi, apela a fuerzas sobrenaturales como la fuerza y demás analogías con las filosofías orientales y del New Age, pero éste sería el inicio de mi camino hacia el escepticismo y a la verdadera ciencia), así que podemos decir también que parte de esta revista es consecuencia de ella, bendito George Lucas...
Pronto aparecieron copias de nuestra otrora película favorita, recuerdo filmes como la súper kitsch “Star Crash”, con Christopher Plummer, o “Batalla más allá de las Galaxias” de Roger Corman, que era más bien un “revisión” de los Siete Samurais de Kurosawa ambientada en el espacio exterior.
Pero si de estas películas que pretendieron aprovechar el éxito de Star Wars destacó una, fue la “película” que se llamaba: “Galáctica: Astronave de Combate” que se exhibía con un sonido especial llamado “Sensorraund”; y digo película entre comillas por que se trataba en realidad del piloto de una serie de televisión que veríamos muy pronto.
Ciertamente “Galáctica” era visualmente casi una calca de Star Wars (comprensible hasta cierto punto, ya que John Dykstra, quien realizó los efectos especiales, era el mismo que había trabajado con Lucas), pero la saga de Glen A. Larson desarrolló una mitología propia. Basada en los libros seudocientíficos de Erich Vön Daniken, Galáctica trataba sobre el éxodo de nuestros hermanos cósmicos quienes huían de la tiranía de una raza de robots llamada Cylones (Cylons, originalmente, pero en esa época todo se castellanizaba de alguna manera). Los mismos Cylones, así como la nave Galáctica y sus personajes: el Comandante Adama, los pilotos Apolo y el sarcástico Starbuck, así como del perro robot “Muffit-2” nos brindaban nuestras buenas dosis de Sci-Fi por televisión alegrándonos la existencia.
Pero no todo era Space-Opera en la Sci-Fi, también por aquellos años Steven Spielberg nos ofreció una película visualmente sorprendente, aunque basada también en una seudo-ciencia (la Ufología, específicamente), la película fue “Encuentros cercanos del Tercer Tipo” que nos ofrecía una “invasión” de Objetos Voladores No Identificados con un propósito que resultaría más bien benévolo, la combinación de la música y los sorprendentes efectos especiales convencieron al más escéptico inclusive.
Una de las principales consecuencias de este boom de la Sci-Fi fue sin duda el regreso de una vieja serie de televisión que se convertiría en una importante franquicia cinematográfica: “Viaje a las Estrellas, la película”. Confusa, algo larga y hasta incomprensible para niños menores de siete años ya que a diferencia de las sagas anteriormente mencionadas, ésta se apoyaba en conceptos más científicos, aunque no la entendí del todo, sus alucinantes imágenes bastaron para atraparnos de alguna forma y garantizar que volveríamos al cine a ver las aventuras del Capitán Kirk, del Señor Spock y demás miembros de la tripulación del Enterprise en el cine.
Pero no todo era Ciencia Ficción para aquel pequeño “Freak”, los súper-Héroes también volverían al año siguiente (1978), solo que en el cine con la extraordinaria película de “Supermán”, con el que muchos consideramos como el Clark Kent definitivo: Christopher Reeve. La publicidad nos decía que “Creerás que un hombre puede volar” y la película cumplió su promesa, claro que actualmente los efectos especiales han superado a la técnica del film de Richard Donner, pero en esa época eran de antología. Supermán fue siempre uno de los héroes de nuestra infancia que adquiría vida de una manera simplemente impresionante.
Pero los súper héroes también crecerían en los comics, al menos para mi, un tío al que quise mucho leía muchas revistas que yo desconocía, y cuando lo íbamos a visitar a su casa era siempre para mi una fiesta ya que tenía un mueble muy pesado (creo que era una cava) que tenía que empujar con todas mis “juerzas” (que no eran muchas, desafortunadamente, así que nunca pude descubrir el tesoro en su totalidad) en donde descubrí que guardaba muchas revistas y ahí conocí muchos “cuentos” del Hombre Araña, pero también de unos súper héroes que no conocía, entre los que destacaban “Los Cuatro Fantásticos”, leer las aventuras de Reed, Sue, Johnny y de Ben contra villanísimos como El Doctor Doom, el Hombre Topo o Galactus en un entorno súper heroico mezclado con Sci-Fi, así como conocer a otros personajes que aparecían ocasionalmente como “El Deslizador de Plata” o “Thor” eran una gozada…
Pero mi tío leía también unas revistas en inglés, unos comics para “adultos”, él leía unas revistas que se llamaban: “Heavy Metal”, “Creepy” y “Vampirella” entre muchas otras… Ciertamente se me revelaban otros universos y realidades, pronto nombres como Boris Vallejo, Frank Frazetta, Richard Corben, Moebius y muchos otros se convertirían en referentes obligados. Como eran en inglés yo no podía leerlos, pero si los hojeaba, y sus sorprendentes imágenes me trasladaban a mundos fantásticos e increíbles. Creo que el no saber inglés en esa época me ayudó a desarrollarme como escritor, aunque yo no sabía eso en aquel entonces, ya que al no comprender las historias yo mismo me inventaba las posibles tramas de esas revistas, y creo que algunas de mis propias historias eran mucho mejores que las que escribían los autores originales, eso lo constaté ya mayor y con conocimiento de causa.
También, a finales de esa década maravillosa se estrenó una película que no vi en su momento, por que no me interesaba en ese entonces y por que además era para “Adolescentes y Adultos”, sin embargo, fue un filme de esos que hizo época, el soundtrack, interpretado en su mayoría por el grupo musical “The Bee Gees” sonaba prácticamente en todas las estaciones de radio, en fin, fue tal su éxito que fue una gran influencia en diversos programas de televisión, anuncios y en la moda de vestir, así que aunque no la hubieras visto sería una influencia importante, ¿su título? “Fiebre de Sábado por la Noche”, desde luego, con una figura que también sería un ícono de esa época: John Travolta.
Grupos como Kiss, Abba, Tavares y muchos otros sonaban en la radio, musicalizando la primera parte del soundtrack de nuestra vida, al igual que éxitos deantaño que todavía sonaban fuerte: The Beatles (que apenas tenían unos pocos años de haberse separado), Elvis Presley y muchos otros más…
La televisión nos ofrecía Galáctica, pero también una serie que nos marcaría definitivamente: “Hulk, el Hombre Increíble” con la dupla de Bill Bixby y Lou Ferrigno como David Banner y el Hulk respectivamente. También veíamos a finales de la década “Odisea Burbujas”, un programa que nos deleitó a varias generaciones de niños mexicanos ofreciéndonos aventuras y cultura con los imaginativos viajes que el profesor Memelovsky y sus asistentes, Patas Verdes, Mafafa Musguito, Pistachón Zig-Zag y Mimoso Ratón (un sapo, una lagartija, un abejorro y un pequeño ratón, respectivamente) realizaban por el espacio, el tiempo y el mundo de la imaginación mientras se enfrentaban al malvado Eco-Loco, miembro del CYDA (En serio, así se llamaba, ya que eran las siglas de: Contaminadores Y Destructores Anónimos).
De Japón nos llegó una serie que también hizo época: “Señorita Cometa”, en donde una “Aprendiz de Hada” tenía que trabajar como institutriz (la verdad era la “chacha”) de dos traviesos niños que se llamaban “koji” y “Takeshi” (nombres que le valieron el apodo a muchos de nuestros amiguitos). “Señorita Cometa” era una serie fantástica llena de magia, mezcla de animación y acción real, títeres, y efectos especiales, realmente la extrañamos.
También, en aquel entonces, en canal 13, que en esa época era del gobierno, transmitieron una fantástica y alucinante serie inglesa: “Doctor Misterio” (sí, el mismísimo Doctor Who),quien era un tipo muy simpático de unos cuarenta años con peinado a la “Afro”, gabardina y una larga bufanda de rayas de colores que viajaba por el espacio y el tiempo en su máquina llamada TARDIS que en su exterior tenía la forma de una cabina de teléfono inglés, pero que en su interior era enorme. Muchos años después descubriría que el Doctor era un extraterrestre que podía cambiar de cuerpo hasta doce veces, la encarnación que conocimos en aquel entonces era la cuarta interpretada por el genial Tom Baker, pero esa es otra historia…
La verdad, fueron buenos tiempos para ser un pequeño Freak, aunque las cosas cambiarían con la llegada de una nueva década que nos ofrecería nuevas emociones, comics, películas, programas de televisión así como de algo nuevo que se llamaría: “Video Juegos”, mismos de los que les hablaré en la próxima entrega.