¡RE-FREAK-XIONANDO!
Reflexiones sobre comic, cine de géneros fantásticos y la cultura freak en general.
jueves, 31 de octubre de 2019
Día de muertos. ¿Tradición o pérdida de identidad?
martes, 3 de septiembre de 2019
Creer o no creer.
Hace ya un tiempo, una alumna mía me preguntó a cual signo zodiacal pertenecía, con la mayor cortesía de mi parte le hice saber que no creo en la astrología a lo que ella me respondió que la palabra “creencia” significaba “falta de conocimiento”. No me parece una definición del todo errónea, aunque personalmente por creencia yo siempre he interpretado esa palabra como la “aceptación de algo sin un valor fundamentado”. Para no errarle, la definición del Pequeño Larousse Ilustrado versa: “Asentimiento y conformidad con una cosa” y en una segunda acepción dice: “Completo crédito prestado a un hecho o noticia”. Después mi alumna me habló que ella había estudiado además la Cábala, Quiromancia y demás cosas.
Es curioso que el hecho de que si a uno le gusten cosas como la Ciencia Ficción o la Fantasía lo conviertan a uno en blanco para tratar de venderle ideas seudocientíficas o simplemente considerarlo a uno como un gurú de lo sobrenatural (neta, me ha pasado). La verdad de las cosas es muy diferente, el hecho que me gusten las películas de terror, específicamente de fantasmas, en un caso dado o en monstruos o vampiros no implica que crea en ellos (otra alumna me contaba que tras leer La Biblia de los Vampiros le había cambiado su forma de pensar, si, creía que los vampiros existen…), de hecho, el gusto por estas cuestiones es precisamente por el hecho mismo de ser irreales ¿no sería muy aburrido y cotidiano que existieran realmente esas cosas?
Es lo mismo con los fans de cualquier otro género o afición, vamos, el hecho de que me guste el fútbol americano o el basketball no implica que sea jugador profesional o que siquiera los practique a nivel aficionado (en una nota más idiosincrática y políticamente incorrecta, el hecho de que me gusten los musicales no me hace gay).
Mantener una postura escéptica basada en la razón es una de las cosas más difíciles de comprender para muchas personas que piensan que uno es menos espiritual, casí, casi el Anticristo o el Chamuco mismo, y que es necesario creer en algo (no hablemos de mi ateísmo, cada vez más recalcitrante ante el fanatismo y el descaro mercachifle de ciertas sectas y agrupaciones), pero son el mundo material y el de la razón lo que nos atan a la realidad, fascinante en si misma con sus misterios de la naturaleza misma sin tener que recurrir a explicaciones sobrenaturales, y por lo mismo, imposibles de comprobar empíricamente.
Es por esta razón que no comulgo con temas sobrenaturales o de “metafísica”, todo lo publicado y dicho aquí es con una intención de evadirnos de la realidad (abrumadora, también en ocasiones) y divertirnos sin la intención de adoctrinar a nadie. Pienso que una mente lúcida es mucho más interesante que andar repitiendo lo que otros nos indiquen y actuar como zombies sin dirección impulsados solo por el mero instinto, y es que la necesidad de protección es algo también muy instintivo en los seres humanos, he ahí esta necesidad de muchos de creer, en lo que sea.
Andres Roemer seguido pregunta: “¿Hay algo en lo que creas firmemente sin que lo puedas probar?” Yo respondería que creo en la razón humana que nos ayudará a ser mejores como especie, a lo mejor peco de ingenuo y probablemente esto sea mucho más fantástico que los ogros, brujas, el Yeti, los ovnis, fantasmas, los Ángeles, Papá Pitufo o cualquier otro ente imaginario.
Y prefiero creer en esto porque desafortunadamente los asesinos seriales, los violadores, los secuestradores y los políticos corruptos entre muchas otras alimañas son terriblemente reales. Y entonces es cuando me gusta pensar que sería fabuloso que existieran Batman o el Hombre Araña, sé que no existen, que no son reales, pero me gustaría, a veces, creer en ellos, y entonces podría darle la razón a mi alumna en su definición de creencia.
viernes, 30 de agosto de 2019
BORN TO BE FREAK. (2a. Parte, los años 70's)
Está de más decir que Star Wars fue un fenómeno, no solo de taquilla, sino cultural, provocó que muchos niños nos interesáramos por la Ciencia Ficción, los géneros fantásticos y hasta la ciencia misma (la astronomía, de manera más específica, irónicamente, porque aunque Star Wars es Sci-Fi, apela a fuerzas sobrenaturales como la fuerza y demás analogías con las filosofías orientales y del New Age, pero éste sería el inicio de mi camino hacia el escepticismo y a la verdadera ciencia), así que podemos decir también que parte de esta revista es consecuencia de ella, bendito George Lucas...
Pronto aparecieron copias de nuestra otrora película favorita, recuerdo filmes como la súper kitsch “Star Crash”, con Christopher Plummer, o “Batalla más allá de las Galaxias” de Roger Corman, que era más bien un “revisión” de los Siete Samurais de Kurosawa ambientada en el espacio exterior.
Pero si de estas películas que pretendieron aprovechar el éxito de Star Wars destacó una, fue la “película” que se llamaba: “Galáctica: Astronave de Combate” que se exhibía con un sonido especial llamado “Sensorraund”; y digo película entre comillas por que se trataba en realidad del piloto de una serie de televisión que veríamos muy pronto.
Ciertamente “Galáctica” era visualmente casi una calca de Star Wars (comprensible hasta cierto punto, ya que John Dykstra, quien realizó los efectos especiales, era el mismo que había trabajado con Lucas), pero la saga de Glen A. Larson desarrolló una mitología propia. Basada en los libros seudocientíficos de Erich Vön Daniken, Galáctica trataba sobre el éxodo de nuestros hermanos cósmicos quienes huían de la tiranía de una raza de robots llamada Cylones (Cylons, originalmente, pero en esa época todo se castellanizaba de alguna manera). Los mismos Cylones, así como la nave Galáctica y sus personajes: el Comandante Adama, los pilotos Apolo y el sarcástico Starbuck, así como del perro robot “Muffit-2” nos brindaban nuestras buenas dosis de Sci-Fi por televisión alegrándonos la existencia.
Pero no todo era Space-Opera en la Sci-Fi, también por aquellos años Steven Spielberg nos ofreció una película visualmente sorprendente, aunque basada también en una seudo-ciencia (la Ufología, específicamente), la película fue “Encuentros cercanos del Tercer Tipo” que nos ofrecía una “invasión” de Objetos Voladores No Identificados con un propósito que resultaría más bien benévolo, la combinación de la música y los sorprendentes efectos especiales convencieron al más escéptico inclusive.
Una de las principales consecuencias de este boom de la Sci-Fi fue sin duda el regreso de una vieja serie de televisión que se convertiría en una importante franquicia cinematográfica: “Viaje a las Estrellas, la película”. Confusa, algo larga y hasta incomprensible para niños menores de siete años ya que a diferencia de las sagas anteriormente mencionadas, ésta se apoyaba en conceptos más científicos, aunque no la entendí del todo, sus alucinantes imágenes bastaron para atraparnos de alguna forma y garantizar que volveríamos al cine a ver las aventuras del Capitán Kirk, del Señor Spock y demás miembros de la tripulación del Enterprise en el cine.
Pero no todo era Ciencia Ficción para aquel pequeño “Freak”, los súper-Héroes también volverían al año siguiente (1978), solo que en el cine con la extraordinaria película de “Supermán”, con el que muchos consideramos como el Clark Kent definitivo: Christopher Reeve. La publicidad nos decía que “Creerás que un hombre puede volar” y la película cumplió su promesa, claro que actualmente los efectos especiales han superado a la técnica del film de Richard Donner, pero en esa época eran de antología. Supermán fue siempre uno de los héroes de nuestra infancia que adquiría vida de una manera simplemente impresionante.
Pero los súper héroes también crecerían en los comics, al menos para mi, un tío al que quise mucho leía muchas revistas que yo desconocía, y cuando lo íbamos a visitar a su casa era siempre para mi una fiesta ya que tenía un mueble muy pesado (creo que era una cava) que tenía que empujar con todas mis “juerzas” (que no eran muchas, desafortunadamente, así que nunca pude descubrir el tesoro en su totalidad) en donde descubrí que guardaba muchas revistas y ahí conocí muchos “cuentos” del Hombre Araña, pero también de unos súper héroes que no conocía, entre los que destacaban “Los Cuatro Fantásticos”, leer las aventuras de Reed, Sue, Johnny y de Ben contra villanísimos como El Doctor Doom, el Hombre Topo o Galactus en un entorno súper heroico mezclado con Sci-Fi, así como conocer a otros personajes que aparecían ocasionalmente como “El Deslizador de Plata” o “Thor” eran una gozada…
Pero mi tío leía también unas revistas en inglés, unos comics para “adultos”, él leía unas revistas que se llamaban: “Heavy Metal”, “Creepy” y “Vampirella” entre muchas otras… Ciertamente se me revelaban otros universos y realidades, pronto nombres como Boris Vallejo, Frank Frazetta, Richard Corben, Moebius y muchos otros se convertirían en referentes obligados. Como eran en inglés yo no podía leerlos, pero si los hojeaba, y sus sorprendentes imágenes me trasladaban a mundos fantásticos e increíbles. Creo que el no saber inglés en esa época me ayudó a desarrollarme como escritor, aunque yo no sabía eso en aquel entonces, ya que al no comprender las historias yo mismo me inventaba las posibles tramas de esas revistas, y creo que algunas de mis propias historias eran mucho mejores que las que escribían los autores originales, eso lo constaté ya mayor y con conocimiento de causa.
También, a finales de esa década maravillosa se estrenó una película que no vi en su momento, por que no me interesaba en ese entonces y por que además era para “Adolescentes y Adultos”, sin embargo, fue un filme de esos que hizo época, el soundtrack, interpretado en su mayoría por el grupo musical “The Bee Gees” sonaba prácticamente en todas las estaciones de radio, en fin, fue tal su éxito que fue una gran influencia en diversos programas de televisión, anuncios y en la moda de vestir, así que aunque no la hubieras visto sería una influencia importante, ¿su título? “Fiebre de Sábado por la Noche”, desde luego, con una figura que también sería un ícono de esa época: John Travolta.
Grupos como Kiss, Abba, Tavares y muchos otros sonaban en la radio, musicalizando la primera parte del soundtrack de nuestra vida, al igual que éxitos deantaño que todavía sonaban fuerte: The Beatles (que apenas tenían unos pocos años de haberse separado), Elvis Presley y muchos otros más…
La televisión nos ofrecía Galáctica, pero también una serie que nos marcaría definitivamente: “Hulk, el Hombre Increíble” con la dupla de Bill Bixby y Lou Ferrigno como David Banner y el Hulk respectivamente. También veíamos a finales de la década “Odisea Burbujas”, un programa que nos deleitó a varias generaciones de niños mexicanos ofreciéndonos aventuras y cultura con los imaginativos viajes que el profesor Memelovsky y sus asistentes, Patas Verdes, Mafafa Musguito, Pistachón Zig-Zag y Mimoso Ratón (un sapo, una lagartija, un abejorro y un pequeño ratón, respectivamente) realizaban por el espacio, el tiempo y el mundo de la imaginación mientras se enfrentaban al malvado Eco-Loco, miembro del CYDA (En serio, así se llamaba, ya que eran las siglas de: Contaminadores Y Destructores Anónimos).
De Japón nos llegó una serie que también hizo época: “Señorita Cometa”, en donde una “Aprendiz de Hada” tenía que trabajar como institutriz (la verdad era la “chacha”) de dos traviesos niños que se llamaban “koji” y “Takeshi” (nombres que le valieron el apodo a muchos de nuestros amiguitos). “Señorita Cometa” era una serie fantástica llena de magia, mezcla de animación y acción real, títeres, y efectos especiales, realmente la extrañamos.
También, en aquel entonces, en canal 13, que en esa época era del gobierno, transmitieron una fantástica y alucinante serie inglesa: “Doctor Misterio” (sí, el mismísimo Doctor Who),quien era un tipo muy simpático de unos cuarenta años con peinado a la “Afro”, gabardina y una larga bufanda de rayas de colores que viajaba por el espacio y el tiempo en su máquina llamada TARDIS que en su exterior tenía la forma de una cabina de teléfono inglés, pero que en su interior era enorme. Muchos años después descubriría que el Doctor era un extraterrestre que podía cambiar de cuerpo hasta doce veces, la encarnación que conocimos en aquel entonces era la cuarta interpretada por el genial Tom Baker, pero esa es otra historia…
La verdad, fueron buenos tiempos para ser un pequeño Freak, aunque las cosas cambiarían con la llegada de una nueva década que nos ofrecería nuevas emociones, comics, películas, programas de televisión así como de algo nuevo que se llamaría: “Video Juegos”, mismos de los que les hablaré en la próxima entrega.
martes, 27 de agosto de 2019
MAD. Crónica de una muerte más o menos anunciada.
miércoles, 19 de enero de 2011
Born to be Freak (1a. Parte, los años 70's)
Desde que recuerdo, siempre he sido un freak… Bueno, mis primeras memorias Frikosas vienen desde los años setenta, que es cuando viví mi primera infancia (de hecho, en la vida dé cada uno hay varias infancias más, ¿cuántas? No lo sé, pero ahorita voy como en la cuarta o quinta).
Eran buenos tiempos aquellos, mi capacidad de asombro estaba en su máximo esplendor y todo era nuevo y maravilloso, les hablo de mediados de la década, una época que a muchos de mis lectores les parecerá ya una película de época: no había i-pods, teléfonos celulares o internet (vamos, ni siquiera había computadoras personales); tampoco había DVD’s ni Blu-Rays, es más, ni siquiera había videocaseteras, así que si querías ver una película tenías que ir al cine o verla en televisión, cuando alguna cadena se dignara a programarla (en donde dice cadena lean: “Televisa”, ya que era la única televisora que existía, aunque ya había canal 13 que era aburridísima al ser la televisión del gobierno).
Uno de los máximos entretenimientos que podía tener un niño, aparte de solo un par de horas de dibujos animados en la televisión (de veras, había muy pocas caricaturas en ese entonces, recuerdo “caricaturas” como King-Kong, Meteoro, La Princesa Caballero y obviamente todas las animaciones de Hanna-Barbera y la Warner Brothers), eran los comics, claro que nosotros les llamábamos “cuentos” en ese entonces; recuerdo que una vez por semana mi papá nos traía una pequeña dotación de historietas a mis dos hermanos y a mí, casi siempre eran de editorial Novaro en un formato a media carta que le llamaban “Tamaño águila”, que fue muy popular en México inclusive hasta principios de los años noventa, y papá nos traía títulos como: El Conejo de la suerte (Que era como se le conocía Bugs Bunny en aquellos entonces), Porky, La Zorra y el Cuervo, varios títulos de Walt Disney, El Llanero Solitario, Fix y Foxy, La Pequeña Lulú, Súper-Ratón, Periquita, Lorenzo y Pepita y un largo etcétera; ocasionalmente nos llevaba al centro de la ciudad (León Guanajuato, que era donde vivimos hasta el 77) y podíamos escoger el cuento que quisoéramos, en una de esas me tropecé con uno de Riqui Ricón que elegí a instancias de mi mamá, mi hermano mayor compró un Supermán, ¡Ha, los súper-héroes fueron un gran descubrimiento!
En aquellos entonces transmitían una de las primeras versiones de “Los Súper Amigos” por televisión (ya empezábamos a dejar Plaza Sésamo en paz, aunque marcaría indeleblemente nuestra existencia… ¡Maña, maña!) y así conocería uno de los géneros que más me apasionarían (junto a los cuentos de Batman y Superman, desde luego): Los Súper héroes. Batman, Superman, La Mujer Maravilla, Aquaman, Linterna Verde y Flecha Verde se convertirían en figuras paradigmáticas.
Sin embargo, fue una “nueva” caricatura la que me enloquecería: “El Sorprendente Hombre Araña”, recuerdo muy bien el episodio de su origen y de lo dramático que era ver a Peter Parker llorar ante la muerte de su tío Ben (a pesar de que traía la máscara puesta); la siguiente vez que mi papá fue a trabajar le pedí que me trajera un cuento del Hombre Araña (no sabía en aquellos entonces que había comics de Spidey, pero como yo lo veía por televisión al igual que Supermán, Batman, Et. Al., supuse que debería haber). Bueno, pues mi santo padre cumplió y me trajo un “cuento” de “El Sorprendente Hombre Araña” de una editorial diferente a Novaro (la famosísima Macc División Historietas, fue el número 105, por cierto) No recuerdo si ya sabía yo leer (lo dudo), pero la secuencia de los dibujos era bastante dramática e impresionante; desde entonces el Señor Parker y yo hemos sido muy buenos amigos.
También en esa época de mediados de los setenta descubriría la Ciencia Ficción gracias a la serie de Viaje a las Estrellas, el Señor Spock se convirtió en todo un ícono, al igual que la nave Enterprise, nos gustaba mucho a mi hermano mayor, Jorge; él me avisaba y siempre veíamos las aventuras de nuestros viajeros en el espacio, ya fuera la versión en acción real o la animada; sin embargo, en esa época, lo que me enloqueció hacia la Sci-Fi fueron las dos series de Televisión (la animada y la de acción real) y las películas de “El Planeta de los simios”, yo no sabía en ese entonces que era siquiera la Ciencia Ficción, pero las aventuras de Virdon, Burke y el “amigo Galen” (así le decíamos mis amiguitos y yo al simio que ayudaba a nuestros héroes) eran lo máximo, siempre quería jugar con mis amigos al Planeta de los simios y ellos también (aunque recuerdo que ellos empezaron a hartarse antes que yo…) También fue por esa época que entre muchas películas de Walt Disney (La Noche de las Narices Frías, La Dama y el Vagabundo, El libro de la Selva, La Espada en la Piedra, Mary Poppins, las de El Cupido Motorizado, etc.) mi papá nos llevó al cine a ver películas como Tiburón, King Kong (la versión de esa década con Jessica Lange) y funciones dobles con episodios de Superman en glorioso blanco y negro con George Reeves, recuerdo en particular “Superman contra los hombres Topo”, una de las favoritas de mi padre; también algunas de Hércules con Steve Reeves y Melody (Bueno, esa película no es Freak, pero sirve para ambientar la década); mención aparte tienen: “Santo contra las Lobas”, “Santo y Blue Demon contra los Monstruos” y “Kalimán en el Siniestro Mundo de Humanón”, películas de manufactura mexicana de ínfima calidad, pero que ante mis pueriles ojos eran fascinantes, ¿y por qué negarlo?, eran bastante divertidas.
Pero hay tres películas que recuerdo con especial afecto: Primero está “La Guerra de los Mundos” de George Pal, la escena final en que la nave extraterrestre se estrellaba y la mano del marciano muerto asomaba nunca podré olvidarla.
La segunda de estas películas inolvidables sería “2001:Odisea del Espacio”, película incomprensible pero fascinante (calculo que tendría entre cinco o seis años cuando el bárbaro de mi padre nos llevó a verla), las imágenes de los simios ante la “tabla” que los dotaba de inteligencia, así como las escenas de los vuelos espaciales, la batalla de Bowman contra Hal y la evolución y viaje trascendental de Bowman (claro que en ese entonces no lo entendía, me refiero a las escenas) resultaron ser, literalmente, todo un viaje.
Pero mi favorita (y actualmente sigue siendo mi película favorita de todos los tiempos) fue sin duda “El Ladrón de Bagdad” de Berger y Powell, las aventuras de Sabú y el príncipe Ahmed siguen siendo maravillosas, el viaje en la alfombra voladora, el robo del pan árabe endulzado con miel, el caballito volador o la muñeca asesina son imágenes que siempre recordaré, curiosamente, la escena que nunca olvidé fue cuando el joven Sabú canta “I Want to be a Sailor” para darse valor ante un inminente peligro ha sido la escena que recuerdo con más cariño, esta película le tengo también un especial cariño por que fue la primer película subtitulada que comprendí sin que papá o mamá me la leyeran (tradición que se ha perdido actualmente al darnos todo doblado… suspiro…). Como verán, la mayoría de estas películas eran reestrenos que uno podía ver en cine, por que como mencioné líneas arriba, solo así podía verlas uno.
De esa década recuerdo también haber descubierto el espionaje (antes que la labor detectivesca, que aunque parecidas, son muy diferentes), no sé de donde tuve conocimiento de James Bond y recuerdo que un día le dije a mi mamá que quería ver algo de James Bond, entonces ella me llevó ante el televisor y descubrí algo fascinante: ¡El Súper Agente 86! Desde entonces no he dejado de agradecérselo (y ella no ha dejado de lamentárselo, ¡Maxwell Smart le cae gordísimo!).
En esa época veíamos también programas como “Mister Ed: El caballo que habla”, la familia Munster, Mi Bella Genio, Hechizada y los fantásticos “Los locos Addams”, también veíamos “de vaqueros”: “El Llanero Solitario”, “Bonanza”, “Espías con Espuelas” y recuerdo que no me dejaban ver “El Gran Chaparral” porque era muy violenta (apenas la he visto ahora, ¡y es buenísima!); en la producción local veíamos El Chavo del Ocho y el Chapulín Colorado, sabíamos de la existencia de “En Familia con Chabelo”, pero nunca nos llamó la atención.
¡Cielos, quería hacer una entrega por cada década, pero apenas voy a mitad de los años setenta, así que continuaré hablando de esta década prodigiosa en la siguiente edición, en donde los seres procedentes de una galaxia muy, muy lejana confirmarían mi vida Freak…